TERMINAR BIEN
Hace un largo tiempo me inicié en el conocido ritual de trazarme metas a final de año para cumplirlas el próximo. No sólo eso, sino que ayudé a muchas personas a iniciarse en esta importantísima actividad, sin la cual algunos entrarían al siguiente año con el amargo sabor a “soy un fracaso”. Mejor que las sermoneadas de Depak Chopra, el Rinoceronte, Juan Salvador Gaviota, cualquier otro libro motivacional, y las repeticiones absurdas de: “yo tengo el poder” (¡ok! Himan…), es saber que el año se acabará en unas horas, y que tienes la oportunidad de ser alguien con tan solo proponerte hacer algo que no tienes que empezar en ese momento sino en dos días (el primer día del año no se cuenta, porque estamos cansados).
La cuestión es que, después de algunos años, te das cuenta que muchas de las cosas que te propusiste nunca se cumplieron, y que le tienes envidia al 1.55556778643% de personas que si lograron hacer lo que se propusieron.
Y aquí estamos nosotros, los ragamuffins:
- La gordita que quiere empezar su dieta (el día 2 de enero).
- El que va a arreglar su “relación con Dios.”
- El que empieza a buscar trabajo.
- El que va a dejar de beber.
- El que se va a comprar un carro.
- La que va a dejar de fumar.
- El que no va a volver a hablar mentiras.
- Los que vamos a empezar a ahorrar.
- El flaco que va a empezar a hacer ejercicios y a comer un poquito más saludable.
- Los que vamos a ir al dentista.
- La que va a empezar a leer más…
- Etcétera…
La lista es un poquito más larga de lo que podamos imaginarnos, pero muchas personas se aferran a esta idea de que si de alguna forma sienten que van a empezar algo eso significa que nunca fracasaron y si alguna vez cayeron, el hecho de que haya una nueva meta, significa que de ahora en adelante todo va a estar mucho mejor. Pero falla…
Yo ya había renunciado a trazarme metas cuando sentí otra vez la necesidad de poder proponerme algunas cosas y de que el final del año y el principio del otro era el tiempo perfecto para hacerlo. “¿Aja?- pensé (cosa que hago de vez en cuando… pensar, me refiero)- ¿estaría dispuesto a involucrarme en algo que no se si voy a…? ¿terminar?”
¡Y ahí está! Tuve una visión, una epifanía, un pensamiento epifánico de la translucidez de algo no visto (las últimas diez palabras no significan nada… pero se oye chulo, ¿no?). Me di cuenta que muchas de estas cosas no se llevaban a cabo porque me había propuesto empezarlas (esta claro que hay cosas en la lista de arriba que no se refieren a mi), pero no terminarlas. Al final del año nos reproponemos cosas que no terminamos y que sabemos que probablemente no terminemos pero que se siente chulo tener que reempezarlas. Nos pasamos la vida empezando otra vez, yendo a un lugar al que no le sabemos el rumbo, pero al que creemos que si empezamos a caminar por lo menos no nos sentiremos mal de que alguna vez en la vida hicimos algo: proponernos empezar un camino que será reempezado mil veces pero que nunca llegaremos a terminar. Yo no se ustedes, pero yo no quiero vivir así.
Así que, este año me he propuesto terminar todo lo que me proponga empezar, eso incluye reducir las metas a solamente las realizables en un período de tiempo medible, y una actualización cada cierta cantidad de semanas. Probablemente no me podré trazar 10 cosas como lo hacía en años anteriores pero si podré terminar el 75 o el 98% de lo que me proponga. Y como dice el viejo y conocido refrán: “Más vale paloma en mano que
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