martes, septiembre 16, 2008

EN:CUEROS

El domingo pasado en El Círculo, le dimos fin a una serie de mensajes sobre la confesión. Yo como pastor, parte de los líderes y algunos de los muchachos, confesamos públicamente nuestras faltas, errores, tropezones y adicciones; no como un acto de “pietismo” o falsa piedad sino como un llamado a “ACOMPAÑARNOS”. Luego todos escribimos nuestro más oculto secreto, eso que no podemos decir a nadie en una tarjeta, anónima, como señal de un primer paso en esta práctica tan olvidada. Esto fue para todos nosotros un llamado a acompañarnos, a sentir la libertad de quitarnos las máscaras, la increíble sensación de “no tengo que pretender”. No sólo hicimos un voto a la confesión abierta sino también al compañerismo, entendiendo que luego de confesar una mano amiga debe ser extendida en compañía en esta travesía hacia la liberación.
La Biblia dice en Proverbios 28:13:
“Quien encubre su pecado
jamás prospera;
quien lo confiesa y lo deja,
halla perdón.”

Y en el Salmo 32:3-5:
"Mientras guardé silencio,
mis huesos se fueron consumiendo
por mi gemir de todo el día.
Mi fuerza se fue debilitando
como al calor del verano,
porque día y noche
tu mano pesaba sobre mí.
Pero te confesé mi pecado, y no te oculté mi maldad. 

Me dije: «Voy a confesar mis transgresiones al Señor», 

y tú perdonaste mi maldad y mi pecado."

Por querer desasociarnos de las costumbres y prácticas de nuestros amigos católicos, hemos rezagado prácticas bíblicas y han quedado en desuso. Pero no solamente es el problema: las más altas expectativas de perfección se dirigen hacia la iglesia. Las tiene el que está dentro, que pretende y niega que algunas cosas (pecados, adicciones y malos hábitos) puedan pasar entre nosotros los creyentes, y las tiene el de afuera, con sus conocidos comentarios de “¿y este no es cristiano?” Vivimos en esa presión que a lo único que nos lleva es a pretender y a llevar puesta una vida que no es nuestra, mientras morimos por dentro en soledad por no poder sacar a la superficie lo que nos está matando. La hipocresía ataca a la iglesia como un enemigo invisible tan visible que ya no lo podemos ocultar. Por eso hicimos ese otro voto donde reconocíamos que “aquí nadie es perfecto.. pero tamo en eso.”

Uno de los muchachos hoy me escribió:
“Hola Fausto! Me siento más k féliz por lo que Dios está haciendo en El Círculo, y por la apertura que hemos tenido a la confesión. Dios nos bendecirá mucho, es una nueva etapa d madurez y compromiso para [entre] todos, y estamos cambiando… Thx.”

Las heridas ocultas y sin cuidado hieden, pero aquellas heridas que son expuestas no solo son sanadas sino que cicatrizan mejor.

“… confiésense unos a otros sus pecados, y oren unos por otros, para que sean sanados.”
Santiago 5:16

“Nadie puede ayudar a nadie sin verse envuelto, sin entrar en la situación dolorosa de la otra persona, sin tomar el riesgo de salir herido, golpeado o destruido en el proceso.”
Henri Nouwen

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