martes, abril 22, 2008

EL PODER DE LO SIMPLE...


Algunos de los que me conocen saben que soy un big time fan (un grande tiempo abanico… jejejejeje!) de C.S. Lewis. Escuché de él durante muchos años sin ni siquiera leer nada, solo referencias en muchos libros (muchoooos) y luego llegó a mi Mero Cristianismo, y todo cambió. Es como que te hayan hablado de Disneylandia toda tu vida y de repente estás ahí, es toda una sensación diferente. ¿Alguien puede explicarle a un extranjero lo que es un yaniqueque? Sería muy difícil, pero es una de las vainas más ricas de la cultura callejera gourmet de Santo Domingo, alimento básico (y simple) de muchos trabajadores, y compañero de recreos de miles de niños en toda la República Dominicana. ¿Dónde iba? Es difícil explicarlo, pero si te lo explican (el yaniqueque) y alguna vez lo llegas a comer o te gusta o lo dejas o se hace parte de tu lista de cosas favoritas. Eso me pasó con Lewis.
Ayer alguien me prestó un libro de fragmentos de artículos de este autor, junto con cartas de lectores, cartas refutando algunas de sus posiciones, etc. Y en el prólogo uno de sus amigos exalta la simpleza como una de las características de los escritos de Lewis, y es lo que admiras: el que pueda decir verdades profundas de forma tan simple. Ante la petición de un editor norteamericano de agregar palabras un poquito más complicadas a uno de sus libros para la versión estadounidense, respondió: “cualquier necio puede escribir en un lenguaje erudito. La verdadera prueba es el lenguaje sencillo.” En Alemania sus libros causaron sospecha de superficialidad al principio por su simpleza. Y uno de sus primeros ensayos tuvo que se publicaron en este país tuvo que venir acompañado por un documento que defendiera su simpleza profunda.
Durante los últimos meses he notado más que nunca como aquellos que se han dedicado a estudiar las profundidades de la Escritura no hacen más que tratar de impresionar o tratar de complicarle más la vida a aquellos que desean entender un poquito más la Palabra (para ponerla en práctica de hecho) de modo que esto transforme sus vidas. Así que, por ahí andan ellos, estudiando, “profundizando” y complicando la Palabra, para sentirse mejor con ellos mismos (quizás tengan baja autoestima), para alardear (quizás tengan baja autoestima), para competir y discutir (quizás tengan complejo de personaje de lucha libre), pero muy pocos para instruir y llevar a otros a el conocimiento de Dios.
Obviamente esto no es un absoluto, hay entre este grupo de personas que estudia la Palabra, aquellos cuya meta es que otros aprendan y es su sincero corazón. ¿No debería ser así? Creo que el reto que tenemos por delante es explicar el misterio de Dios con la sencillez que lo hizo Cristo, ¿es posible imitarlo incluso en esto?

"¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas! Recorren tierra y mar para ganar un solo adepto, y cuando lo han logrado lo hacen dos veces más merecedor del infierno que ustedes." Jesús

3 comentarios:

MonjaGuerrillera dijo...

Era mas simple decirmelo que escribir un post.
Yo estuve tratando de encontrar todo el tiempo alguna pagina o blog que profundizara sin comillas el estudio de las escrituras y solo encontré simplismo -que no simpleza-, y me atoré de el, y huí despavorida y harta de tanta sobra y de tanta ley del menor esfuerzo.

Tu tía jariqueque que te ama.

Fausto Liriano dijo...

Monjita: Nada que ver contigo, al contrario!!! Me refiero a complicadores excesivos que no hacen más que enredarnos la cabeza... no te coloco en esa clasificación...

MonjaGuerrillera dijo...

Guiv mi dis links plis