lunes, junio 16, 2008

HAITI

Cuando uno se pone viejo pasan tres cosas:
1- Te empiezan a gustar los 80s (cosa que no me va a pasar aunque a veces, sin darme cuenta, me pongo a silbar canciones de Billy Joel).
2- Te empieza a doler la espalda (cosa que me pasa desde el jueves a causa de un pequeño accidente que tuve).
3- Ves documentales históricos.

Es increíble cuan cercanos están República Dominicana y Haití, y qué poco sabemos los dominicanos de nuestro país vecino. Esta mañana mientras descansaba en mi casa (recuerden, estoy viejo: veo documentales, y me duele la espalda), estuve mirando un documental sobre Jean Léopold Dominique, un reportero haitiano, y el primero en hacer radio en créole en ese país. El creole es hablado por la mayoría de los haitianos pero antes de él las emisiones eran en francés. El documental se llama “The Agronomist” (“El Agrónomo) del director Jonathan Demme (también director de The Manchurian Candidate).

Dominique, un hombre de apariencia tosca, pero no por eso deja de ser interesante, sumamente expresivo, inteligente, su sonrisa irrumpía opacando sus tan marcadas expresiones, me dio la impresión de ser una persona alegre. Se destacó en el cine, pero también en el periodismo (nada que ver con ser agrónomo), y de la agronomía y el trabajo con los campesinos se robó la tristeza y la realidad, la necesidad de la libertad. Un hombre de valor, se exilió varias veces por no querer callar las desgracias del pueblo haitiano. En la última ocasión que se exilió, al regresar a Haití fue recibido en el mismo aeropuerto por cientos de personas que esperaban conocer al hombre que voz en radio le había dado a la gente, al campesino haitiano la voluntad de pelear por sus derechos. Cientos de campesinos caminaron y recorrieron muchísimos kilómetros solo para verlo.

¿Pero que pasa con los hombres de valores? ¿Qué pasa con los hombres que luchan porque tienen principios que traspasan el dinero, la fama o la popularidad? Tras amenazas de muerte, estas fueron de sus últimas palabras en la radio: “Yo se que él tiene armas. Yo se que tiene dinero para pagar y armar a sus seguidores. Aquí, No tengo otra arma que mi lápiz de reportero. Y (con él) mi micrófono y una fe inmovible de un militante del verdadero cambio”. Un mes después muere acribillado en frente de su propia emisora. Curiosamente, me tocó recoger en Haití a un grupo de misioneros que estaban volando a trabajar en ese país mientras este hecho sucedía, y que por su seguridad (si, el ministerio debe ser seguro… hmm), debían ser trasladados desde el aeropuerto hasta República Dominicana sin pararse ni un minuto en Haití. Pero como buen dominicano, no tenía la menor idea de lo que estaba pasando, con mis vecinos… de al lado. Hasta hoy.

Tengo que aclarar que no estoy de acuerdo con todas las barbaridades que se dicen de los dominicanos y su trato a los haitianos, y que son tan populares en las comunidades internacionales. Si somos culpables de eso, también lo es Estados Unidos (con los mexicanos, los dominicanos, los hondureños, los africanos, los nativos americanos, etc. etc. etc. etc.), Puerto Rico (con los dominicanos), Argentina (con los bolivianos), España (con los Marroquíes), y no sigo porque no acabo. Entonces aclaremos las vainas para que todo esté bien. Desde hace años he tenido buena relación con amigos haitianos. En la iglesia donde conocí al Señor (Iglesia Evangélica en Marcha), recibimos a un grupo de músicos haitianos (serían unos 12) de excelente calidad, y hasta le construyeron una casa en el segundo piso de la Iglesia, donde vivieron por años. En El Círculo (la iglesia donde sirvo como pastor) trabajamos por años en un Batey en un barrio popular llamado Los Alcarrizos. Un Batey es el lugar donde viven la gente que trabajaban en los Ingenios de caña de azúcar, en condiciones de extrema pobreza y la mayoría de ascendencia haitiana. Cuando era pequeño, el dueño de un taller de ebanistería que estaba en el primer piso del edificio donde vivía, era haitiano. He estado en Haití, creo que en dos ocasiones. ¡Ah! También los veo por donde sea: vendiendo jugo en las calles, trabajando en alguna construcción, etc.

Ninguna de esas cosas las digo para enorgullecerme, al contrario, las pongo aquí para avergonzarme. Tanto sufrimiento del otro lado de la isla, tanta inestabilidad, pobreza, confusión, y soy un vecino muy poco interesado en lo que pasa del otro lado de la isla. Mucho “conocimiento” poco interés o amor. Si es de eso, los dominicanos somos culpables.

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