miércoles, junio 27, 2012

Erase Una Vez...


"Rompe mi cántaro, rompe mi copa, rompe mi vida y hazla de nuevo..." decía un corito que cantábamos llamado "El Alfarero". Uno llega a cantarlo tanto que se convierte más en un hit que un recordatorio-oración. Para el tiempo en que lo aprendemos está totalmente desconectado de la verdadera intención de sus palabras. Pero, ¿qué te digo? Es así con casi todo lo que cantamos.

Analizando nuestra tradición de adoración y cánticos, hace algunos años era muy natural cantar sobre ser consumidos, quemados, rotos, para que se saque algo de nosotros. Aunque lo cantábamos (algunos) sin que esto llegará a nuestros tuétanos, creo que quienes escribieron estas canciones lo hicieron con la firme convicción de que había algún tipo de dolor, alguna desconexión que traía tristeza y cierta destrucción necesaria para hacer algo con lo que quedase de nosotros.

¿Qué pasó? Resultó que quienes no entendían estos coritos lo encontraban muy depresivos y, ya que muchos cristianos no podían ni reir, se fueron por caminos más "emocionantes", canciones de victorias épicas e ilusorias que llenaban nuestra imaginación de cosas que podrían pasar sin un entrenamiento en el dolor. Lo demás es historia. Le hemos quitado al canto y a la oración un elemento real en la vida humana: el dolor, la queja, el llanto. Tratamos de esconder un elemento clave en la vida cristiana: el dolor, el sufrimiento, la desconstrucción de uno con el fin de ser el uno que Dios quiere que uno sea, las experiencias y el crecimiento de fe a través de la catástrofe, ser luz en el puro centro de la oscuridad. Como nuestras teorías son de pura inspiración somos descubiertos como una farsa porque después de todo ¡la gente experimenta dolor! ¿tú no? ¡Jejejeje! Chequea esto (lo dije pero lo repito): cuando alguien dice "esto es falso, estoy depresivo, ansioso, no puedo dormir ¿no me dijeron que iba a estar tranquilo?", le decimos: "no entendiste bien el mensaje." ¿Si? Aunque no todo dolor es camino, pero eso en el tema que viene, me pregunto quién es que realmente no ha entendido bien el asunto.

¡Hey! No anhelo el dolor, no se lo deseo a nadie, ni me lo deseo a mi. Mientras escribo esto me surge el síndrome de abstinencia por el sistema antiguo y siento un poco de temor de que algún dolor pueda acercarse a mi o a los míos. Pero quiero que estemos claro de en qué pie estamos parados, y que como discipulos a los que se le ha entregado alguna luz también se les ha entregado la capacidad de entrar a la oscuridad, y eso es un arte que debemos aprender o moriremos. El sufrimiento es alentado, no negado, no quitado, y como discipulos de Cristo debemos saber esto.

Ahora: ¿es todo dolor... camino?
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Fausto Liriano • www.veldugo01.com
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