lunes, noviembre 28, 2005

GRACIA (02)


Mike Yaconelli dice: "La gracia es difícil de creer y difícil de aceptar. Queremos creer desesperadamente que Dios nos ama incondicionalmente, pero cada día nos imponemos más condiciones."
Cada historia que recuerdo de Cristo es acerca de amor, de aceptar, de gracia. Envidio al apóstol Pedro. Lo envidio porque una vez tuvo esa clase de momentos que me hubiese encantado tener con Jesús.
Todo parecía haberse perdido. Jesús murió, resucitó, los discípulos lo sabían, pero, como para ellos el tiempo había terminado, cada uno volvió a sus oficios, a lo que hacía. Pedro, aún remordiéndole la conciencia por haber negado al Maestro, se dirige otra vez a pescar. Recuerda como hace tres años y medio alguien lo había llamado a ser pescador de hombres, pero no está seguro que eso pudo haber significado, probablemente otra etapa en su vida.
La noche pescando fue un arduo trabajo sin resultados. Y en la orilla un tipo extraño que no parece pescador les dice donde deben echar las redes para poder encontrar la pesca deseada, y como buenos amantes recuerdan que sólo el Maestro hacía esa clase de cosas, y corren como niños a la orilla. Pedro desnudo se viste rápido y acercándose a El, ve que el desayuno está preparado. Los otros discípulos todavía no se han acercado, y Jesús entre pescados fritos y agua, aprovecha para tener una conversación de gracia con Pedro:
- ¿Me amas? - dice Jesús.
- Señor, claro que te amo.
- Cuida mis ovejas.
- Pedro, ¿de verdad me amas?
- ¡Claro Señor! con todo mi corazón.
- Cuida mis ovejas
- Pedro, me preguntaba si de verdad me amas.
Pedro, enojado, con la voz casí quebrada y lista para gritar, traga saliva para dirigirse al Señor aunque sin esconder su vaso de tristeza con hielo de enojo le dice:
- Señor, Tú sabes cuanto te amo.
3 veces lo negó, 3 veces el Señor le hizo entender que lo ama.
Ayer en la mañana me senté en mi cama, y en una de esas locuras que suelo hacer y con este pasaje de la Biblia en mente, me imagine que llegaba a Playa Caribe en mi Skoda Fabia, y en la orilla, mirando las olas estaba Jesús. Habían más personas en la playa, aunque no tantas, y disimulaban no mirarlo. Me acerque a El, y vi que tenía un pequeño sándwich, algunas picaderas y por supuesto: Coca Cola™. Jesús observaba un pequeño niño que hacía un castillo en la arena. Mientras lo miraba, me acerque a El.
Durante mucho tiempo el silencio fue nuestra conversación, pero estar en silencio con El cambia. Y me imaginé como El hablaba conmigo, así como con Pedro, y como venía entre preguntas que no eran nada agradables a redimir mi vida.
Entre Coca Colas, en una de mis loqueras, me imaginé que me mostraba su gracia, que no le importaba lo que había hecho ayer y que aunque no había sido tan fiel todavía me amaba.
Con una Coca Cola en la mano, me di cuenta que también debía dar gracia.

Par de semanas después visite la misma clínica y fui a la oficina preguntando por Emmanuel. La secretaria me dijo que murió y que lo que tenía era un tumor del tamaño de su cabeza. No se cuanto su madre sufrió a causa de esto, pero mientras nadie creía en Emmanuel y su sanidad, ella si creía. Porque basta amor, de ese amor que sólo padres y madres pueden tener, para creer.
Dios cree en tí en mi, porque nos ama, y mientras nadie cree en nosotros está frente a esa camilla al final del hospital esperando a que pase algo. Pasará algo cuando tomemos una decisión. la decisión de aceptar su gracia. El nos ama como somos y no como deberíamos ser.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy buena reflexión sobre la gracia. Tres amenes y medio.

Lenin Almonte dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Lenin Almonte dijo...

Amen.Amen.Amen.Amen.Amen.Amen.Amen.Amen.
Sí y Amen.

Anónimo dijo...

BUENO MI HERMANO TE PASATE. eso es lo que se llama reconocer el favor de DIOS en nuestras vida.
EL SEÑOR TE BENDIGA.