martes, julio 30, 2013

Coherencia En Lo Que Creo

"… el reto, que no podemos ignorar–referente a las Escrituras
es que sean leídas y asimiladas en los términos
y la forma en que se presenta la revelación de Dios."
Eugene Peterson

Creo que la mayoría de los ataques que recibimos los cristianos, tienen que ver con que hemos dado la impresión que la Biblia tiene una respuesta para todo. Lamento el lío que puedo causarle a algunas personas, pero la Biblia no tiene una respuesta para todo. Sí.. sí... Ya se que eso fue lo que nos enseñaron: “Todo lo que necesitas saber sobre todo está en la Biblia”. Pero ¡nos enseñaron mal! Aunque con muy buenas intenciones.

Como he dicho en otros post vivimos en una cultura que sobre-valora la información, y que se enfrenta a creyentes muriendo por ser relevantes. Cuando digo esto, me refiero a que harían casi lo que sea porque se entendiese que ser cristiano no es estar “atrás del último” (como decimos aquí en RD) culturalmente, sino que se puede ser creyente y seguir siendo tan relevante como una Coca-Cola en el desierto. En ese sentido, alguien alguna vez dijo: "si la información es importante, y necesitamos ser relevantes: ¡tenemos el libro: la Biblia, que tiene información para todo!" Eso fue lo que dijeron, y lo demás es historia.

Pero ¿qué es ser relevante? ¿quién define esto? Es obvio que la relevancia dependerá de la situación, el lugar, el momento, la necesidad y quien lo decida. Un vaso de agua es relevante si hay sed, pero si hay hambre un plato de arroz con carne es más relevante. Sin embargo hay cosas que se necesitan todo el tiempo; el aire, por ejemplo. No vives sino respiras. Ahora, mientras respiras, te da hambre y sed y calor y frío, te enamoras y te desamoras, trabajas y estudias... La información es “hambre o sed” pero no es “aire”.

Lo que te dan las Escrituras y una relación correcta con Dios es “aire”, relevante todo el tiempo.  La Biblia contiene “revelación e intimidad, en vez de simple información impersonal”. Y, ¿qué hemos hecho? Hemos rebajado las Escrituras al nivel de información básica sobre cualquier cosa. Por eso tenemos de frente la ciencia, por ejemplo, en una competencia por quién lo dijo primero, y “esto lo podemos probar con”. Simplemente no está en el radar de Dios que conozcamos los detalles de ciertas cosas que ahora nos interesan porque “es bueno saber”, o de otras de esas cosas que dan un buen documental de Discovery Channel. Sino que logremos intimidad con El, que hay buenas noticias: “aún siendo pecadores Cristo murió por nosotros.”, y que podemos “entrar confiadamente al trono de la gracia.”, y que somos “radicalmente imperfectos pero radicalmente valiosos.”

Usando las palabras de mi pastor, Eugene Peterson, las Escrituras nos revelan "quien es Dios y qué está haciendo. Pero este es un lenguaje de cierta estirpe, no son palabras dirigidas a lo externo de nuestra vida como cuando escribimos una lista de compras, manuales de computación, gramática francesa y reglamentos deportivos. Estas palabras fueron escritas de forma directa o indirecta para hacer raíz dentro de nosotros, para tratar con nuestra alma, para formar una vida que tenga coherencia con el mundo que Dios creó, la salvación que Él determinó y la comunidad que Él ha reunido. Tal lenguaje invita y demanda ser leído…" Quien es Dios y qué está haciendo no es: ¿hay agujeros negros? ¿mi novia debe ser alta o bajita? ¿compro carne orgánica o de vacas que crecieron bajo el efecto exagerado de las hormonas? ¿el color de la ropa que uso debe ser claro u oscuro?

Poner las Escrituras al nivel de Wikipedia, el Almanaque de Bristol, la Enciclopedia Cumbre, y otras cosas por el estilo, no le hace justicia. La primera es AIRE las otras son agua para saciar nuestra sed de información en el momento en que creamos que la necesitemos. Esta forma de ver la Biblia lo que ha ocasionado es que vayamos a ella en busca de información relevante, algo que usar para debatir, algo que responda las preguntas que tenemos sobre ciertos temas que, lamentablemente, escapan de el propósito de la Palabra.

Entonces, al acercarnos a la Palabra de Dios tenemos que entender que la Biblia es un libro coherente a su propósito. Y, aunque podemos encontrar detalles sobre ciertas cosas, consejos para una buena relación laboral (algunos hasta han llegado a decir “que la Biblia tiene recetas de cocina”), detalles sobre el origen del mundo y las especies, etc., esta es consistente en su mensaje de principio a fin.

Se lee para ser vivida, no para buscar información. Leer la Palabra de esta manera, es lo que trae una profunda transformación en nuestras acciones. Lo que leemos de esta forma es lo que empezamos a asimilar como lo que creemos, y lo que creemos es lo que mueve lo que hacemos. Al la Biblia ser un libro consistente, poco a poco vas convirtiéndote en una persona consistente, alineada a su propósito y no alguien de doble ánimo, quien “es como las olas del mar, agitadas y llevadas de un lado a otro por el viento... es indeciso e inconstante en todo lo que hace.” (Santiago 1:8, 10) Podemos decir junto a las palabras del salmista “Creí, por tanto hablé” (Salmo 116:10 RV60), creí, por tanto actúe.
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Fausto Liriano • www.veldugo01.com
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Foto Cortesía de Thomas Hawk

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