martes, febrero 13, 2007

EL CORAZON DE UN DISCIPULO… Y ALGUNAS CONFESIONES

ESTO ES PARTE DE:
¿ABAJO LA IGLESIA?
Sección 9 - Parte 1


Si hacemos una lista de cómo vivimos, nos daremos cuenta que muchas de nuestras acciones no pertenecen a las acciones de un discípulo, es más no tenemos el mínimo interés en prestarle atención a estas cosas. ¿Y para qué? Si estamos cómodos, y si parece que a Dios no le molesta mucho… ni habla, ¿viste? Así que, tiene que ser que todo está bien con nosotros.

Como algunos de ustedes saben, con los que ya he conversado personalmente y con otros que han leído un poco aquí en el blog, hace dos años tuve una crisis profunda, y la crisis vino después de leer el Sermón del Monte. En el momento en que leí esas palabras de Jesús, simplemente supe que las cosas no estaban bien en mi vida, y que de alguna forma tendría que empezar a repararlas. Me di cuenta que estaba fluctuando entre lo que estaba “de moda” en el mundo “cristianoide”, como oigo decir mucho por aquí, y que realmente me había perdido de mucho al no prestarle atención a estas cosas.

¿Qué si me sentía cristiano antes de eso? Uff!! ¡Claro! Y más cristiano que todo el mundo, me sentía superior, que merecía mucho, y que Dios me tenía un premio por ahí, por todo lo que había hecho. Pero faltaba algo más, mi versión de cristiano no encajaba en la versión de Dios, aunque El en su misericordia y su gracia pues dejaba que mi ignorancia no me matara de culpa. Fue un momento bien oscuro porque necesitaba luz, pero por años había estado como esos fariseos a los que Cristo les dijo: “… como afirman que ven, su pecado permanece.” (Juan 9:41) Y, como yo veía, y más que todo el mundo… imagínate.

Pero Dios me pidió algo, me pidió la vida… y no sólo la vida. También me pidió que le entregara mi versión de cristiano, personalizada, ajustada a mi conveniencia, y en la que me sentía sumamente cómodo. Y ahí estaba yo, sin sistema operativo, esperando a que se me instalara uno y sin la menor idea de para donde iba. Y con una sóla pregunta: “Si me tomó tanto tiempo darme cuenta de esto, ¿cómo puedo ayudar a otras personas a que conozcan a Cristo de esa manera? ¿a qué conozcan el llamado que El mismo les hace?” Lamento decir que si esa respuesta parte de mi persona, tengo mucho que aprender, tengo mucho a lo que morir, y tengo que sentarme a estar tranquilo y dejar que Dios me hable, aunque quizás sea evidente

No me da miedo compartir estas cosas, principalmente porque ya no me importa mi reputación, fue lo primero que deje el camino. La reputación que queremos cuidar es una de las primeras cosas que Dios nos quita. ¿Por qué? Bueno, aquí te va la lista:
- Por la reputación seguimos predicando (los que son pastores) a la iglesia después de saber que tenemos un problema que reparar (algunos tiran el muerto al río en un esfuerzo vano de ocultarlo y lo ven subir años después, ustedes saben esos muertos del pecado sexual, el desorden financiero, que están ahí, pero hay una reputación que cuidar.)

- Por la reputación nos hacemos los santos y nos vestimos como cristianos, cuando sabemos que hay muchas cosas que reparar.

- Por la reputación acusamos a otros y los expulsamos de nuestras congregaciones, no sea que “la gente de afuera crea que esto es una guarida de impíos y malhechores.” (cuando eso es lo que realmente es).

- Por la reputación queremos nuestras iglesias con miles de miembros, no importando que estos no tengan ninguna relación con Dios o que alguna vez la tengan y sin quererlos ayudar, pero es “que necesitamos aparecer en los rankings de las más grandes iglesias.” Queremos construir nuestro propio reino.

- Por la reputación hacemos campañas multitudinarias para predicarle a multitudes a las que luego les daremos ningún seguimiento pero a las que mostraré en mi página de internet como parte de mi currículo.

- Por la reputación condenaré a otros cuando me dicen que no oran pero no les confesaré mis propios problemas espirituales porque “los líderes no somos así, no mostramos debilidad.”

- Por la reputación hacemos competencias con otras iglesias y nos disputamos los miembros que son parte de "nuestro territorio."

- Por la reputación le ponemos nuestro nombre a "nuestro" ministerio, para que sea claro que soy el "ayudador de Dios."

- Por la reputación, aún sabiendo que estamos en lo incorrecto, llenamos a la gente con respuestas falsas a sus más sinceras preguntas.

¿Qué más les puedo decir? Por el nombre de la reputación, ¿estará abajo la iglesia?

(Continuará... estamos casi llegando al final)

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